No nos escondan los condones.

Las farmacias si que son interesantes. Especialmente las que parecen supermercados pequeños, pero un supermercado es necesariamente, extrañamente, más útil, te lleva a pensar en cada uno de los espacios a llenar en lo cotidiano, la comida, el aseo, la mascota. En cambio la farmacia te pilla desprevenido, aprovechando que tienes el número 25 y van recién en el 18, con repisas de objetos de colores y diseños choros, porque todo lo feo y genérico y desagradablemente necesario está detrás del mesón y se pide en voz alta. Pero a este lado de cosas está la tentación que para algunos será de los productos para el pelo, para otros de desodorantes o perfumes interesantes o sales de baño o galletas integrales o crema o (estuve en una farmacia que por fin tomó la sabia decision de poner los condones y productos afines al alcance de los clientes. Si las otras farmacias notaran el cambio en el ánimo general que esto significa, alivianando una espera por una porquería que un doctor nos recetó como placebo, con el rato de esparcimiento que significa para algunos vitrinear un mundo de condones con sabores, olores, cremas para insensibilizar y productos lubricantes...)
Además, saliendo puedo comprarme un jugo y una barra de starbucks, que yo pensaba de chico que eran buenos y resultaron ser una porquería.